La gran terminal de estación de Nueva York, Grand Central Station, puede considerarse ya como una obra de arte. Construido por el gran imperio de la familia Vanderbilt, este gran icono del transporte ha protagonizado películas, series, fotografías históricas y momentos inolvidables de los habitantes neoyorkinos. Abrió sus puertas el uno de febrero de 1913, en medianoche, y desde entonces no han dejado de circular personas por él ni un segundo. La estación llenó todos los periódicos, y fue considerada uno de los virtuosismos de la metrópolis. Modernidad y lujo unidas en un estilo arquitectónico que no deja indiferente; cristaleras a lo alto por donde se filtra la luz de forma artística, vías de dos alturas, suelos cubiertos de mármol, y una gran cúpula central decorada con la constelación del zodíaco (pintada al revés además, por error) Los arquitectos que encabezaron el diseño de este gran edificio histórico, fueron los estudios Warren&Wentmore y Reed&Stem.
No fueron pocos los críticos de arte y arquitectos que alabaron el trabajo de este monumental edificio de porte romano. La crítica de arte Dore Ashton destacó la grandiosidad del complejo, mencionando el contraste imperial con la modernidad del incipiente Nueva York que conocemos hoy en día. Además, John Belle establece el simbolismo que ha adquirido el edificio, pasando de ser un icono de fama y fortuna (por parte de la familia Vanderbilt) a ser un icono global para todos los viandantes y viajeros que pasan por esta estación.
Durante los años treinta, y sobre todo a finales, el número total de personas que pasaron por esta estación, se aproximó a la población de estados unidos. Debido a su buena colocación entre tres calles importantes, Grand Central Station suponía en muchas ocasiones, un atajo entre calles, punto de encuentro o vocación comercial. También sirvió y aún sirve de refugio cuando azotan las precipitaciones. Esta estación siempre ha ofrecido servicios tales como tiendas, restaurantes, y en aquella época incluso encuentros amorosos en hoteles como el Baltimore (ya inexistente)
Protagonista de cine
Grand Central Station ha sido el escenario de muchas películas. Hitchcock en concreto fue uno de los cineastas que más asombro mostró por esta edificación de transporte, apareciendo así entre su colección de películas en dos ocasiones (Encadenados y Con la muerte en los talones)
Películas de dibujos animados como Madagascar, la primera película de Batman o Cotton Club son filmes que han formado parte de estos grandes pasillos llenos de cristaleras y pasajeros. La estructura de la estación está dispuesta en cinco plantas (bajo el nivel de la calle) Llena de secretos, se han rumoreado muchas cosas sobre sus laberínticos rincones, como que Andy Warhol hizo una de sus underground parties allí, en uno de los pasadizos que conecta con el hotel Waldorf.
La decadencia del edificio empezó a darse en 1968, cuando se produjo el Yippie Festival, en el que más de 6000 personas se concentraron en la zona, siendo asediadas por la policía. Fueron muchas las personas que se desvivían por mantener vivo el edificio, entre los que destaca Jackie Onassis. Poco después lograron que se restaurara la estación, conservándose en el tiempo.